Hace poco hablábamos en este blog de qué eran los certificados energéticos y de la importancia que tenían tanto para los vendedores, como los compradores, los inquilinos y los arrendatarios de un piso o casa. Además, también mencionábamos las diferentes obligaciones legales de hacerse con uno de estos certificados antes de poner la vivienda en alquiler o realizar una operación de compraventa. En este artículo, en cambio, hablaremos de la calificación energética de un edificio, que es uno de los elementos que figura en el certificado energético y que es, sin duda, el más importante de todos ellos.
Así, como señalábamos, los certificados energéticos evalúan las viviendas en función de su capacidad de mantener la temperatura y de no perder energía. De esta forma, lo que están evaluando es cuánto esfuerzo tenemos que hacer para mantener la temperatura (ya sea frío o calor) dentro de nuestra vivienda. De esa manera, un edificio con una calificación energética alta, implicará que conservará bien o, en todo caso, con mayor facilidad el calor (o el frío) que uno que tenga una baja calificación energética.
Así, la calificación energética se mide a través de una escala que establece el consumo de energía que se considera necesario para satisfacer las demandas energéticas de nuestro inmueble además de, por supuesto, tener en cuenta las emisiones de C02. Como ya hemos explicado, las calificaciones energéticas se otorgan con una letra que va desde A (la mejor) hasta G (la peor de todas). Estas letras son el resultado de aplicar un índice de calificación de la eficiencia energética, que es una fórmula matemática que estima el consumo en kilos de C02 por m².
De esta forma, para una vivienda calificada con A, el consumo de kilos de C0² por m² sería menor a 3,5; mientras que para una vivienda de tipo G, se situarían en un valor superior a 43,2. De este modo, un edificio con una calificación energética de nivel “D”, se situaría en un intervalo situado entre los 11,1 Kg. por m² y los 17,7 Kg. por m².
Una vivienda de categoría D podría consumir más de 4 veces lo que una de categoría A
Estos índices nos hacen extraer una serie de conclusiones muy importantes sobre nuestra casa. Por ejemplo, una vivienda de categoría D cuyo consumo de kilogramos de CO² se situase en 17, estaría consumiendo más de 5 veces que una vivienda de categoría A que se situase en 3 Kg. por m². De esta forma, podríamos observar que un edificio con una mala nota energética es, casi seguro, una garantía de que nuestra factura de la calefacción o del aire acondicionado va a ser muy elevada.
Por tanto, hay que tener en cuenta que la importancia de la calificación energética de un edificio es fundamental por el simple hecho de que, de tener una calificación baja, estaríamos abonando una cantidad ingente de dinero a la hora de pagar los recibos de la luz y de la calefacción. Así, en ocasiones, la diferencia de la factura de la luz entre una casa bien aislada con una calificación alta (por ejemplo, una A o una B) y una mal aislada (de categoría E o F), puede ser mucho mayor que el precio que supondría cambiar las ventanas o mejorar los cierres.
En conclusión, la calificación energética de un edificio no es importante sólo porque venga en el certificado energético obligatorio en el momento de su alquiler o compra y revalorice la vivienda, sino que tiene su importancia intrínseca en tanto en cuanto nos da información sobre los consumos estimados De esta forma, si vamos a adquirir una vivienda con una mala nota en el certificado energético, dado que estamos seguros de que nos tocará pagar una factura de la luz nada desdeñable, quizás nos lo pensemos dos veces y acabemos decidiéndonos por otra opción.